sábado, 21 de abril de 2007

Como un Blues

Un domingo aburrido cualquiera, en una de esas tardes de invierno que uno aprovecha que fuera hace mal tiempo para quedarse en casa y hacer algo de limpieza, volviste a mi vida, de repente, pero de la forma más inesperada.
Aquella tarde baje armado con paños y escoba al trastero del sótano, un sitio que después de algunos años cerrado se volvió bastante desagradable y salvaje. Sí, la palabra que mejor define al trastero es salvaje. Después de haber limpiado, organizado y cambiado mis recuerdos de caja y cuando ya creía acabado el trabajo, una pequeña caja de madera muy sucia y que no había visto en todo el tiempo que llevaba allí encerrado limpiando llamó mi atención. Allí dentro encontré una vieja caja de música, un gorro de lana y unas viejas cintas de cassette.
Una de esas cintas hice que esbozara una sonrisa de oreja a oreja. Era el cassette de aquel bluesman que tocó en la cafetería dónde te vi por primera vez. Aquella que empezó realmente a gustarme cuando por primera vez me encontré con tus ojos. Era tu mirada melancólica lo que realmente le faltó a aquel blues para llegar directamente a mis oídos.
Corriendo fui a buscar mi olvidado reproductor de cassette para escuchar aquella cinta. Aquellos tristes acordes de guitarra, aquel blues de melodía decadente, aquella letra de amor imposible que tanto me sonaba a ti... de la forma más inesperada, así volviste tú, como una triste melodía...

Tu mirada oscura se volvió a clavar en mi mente y me empujó a caminar sobre mis pasos, y a recordar tiempos mejores contigo . Recuerdo que aquel día en el café sólo me bastó un cigarrillo para conocerte, pues rápidamente -y puede que en parte también fuese culpa de aquellos vasos de güisqui vacíos de tu mesa-, empezaste a contarme tu historia de desamor.
Andando llegué a tu calle y vi desde lejos tu balcón, y como si hubiese visto una aparición divina, empezó a abrirse un claro entre las nubes que me dejó ver el sol.
Sé que el sonido de nuestros pasos siempre permanecerá en esta calle. Me acuerdo de cómo caían brillando las hojas secas de algunos árboles, de cómo nos dábamos cuenta del tamaño de nuestros pasos, de nuestros suspiros...
Sentado en el portal de enfrente, mirando arriba sin miedo, empecé a dibujar con mi mirada el contorno de tu cuerpo en el balcón. Miro sin miedo porque sé que no volverás –al menos hoy-. ¿Te gustaría saber que en éste momento te estoy echando de menos? Es una sensación que ya conozco, sí... sé que nunca te olvidaré... el amor que compartimos es un amor que durará para siempre.
Recuerda que el tiempo, el olvido y la distancia fueron los que realmente nos separaron... aunque es cierto que yo también apagaba el móvil cuando me llamabas. Es tan difícil tenerte tan lejos... encontrarnos bajo un mismo cielo no me calmaba tanto como olvidarme de ti.
Sin saber cuando, cerré mi válvula de la realidad y caí dormido frente a tu casa. Te soñé jugando en mi recuerdos... como antes... soñé con el contraste de tu oscura piel bajo las sábanas blancas, con tu aliento, tu voz...
Tu voz... No sé cuanto tiempo pasó, cuando tu cálida voz me despertó preguntándome que hacía allí tirado. Yo, creyendo que aún soñaba respondí: -“Sólo esperaba poder creer sentirte cerca...” Nunca conseguiré describir con palabras lo que sentí al volver a verte de nuevo. Volvimos a quedar para mañana, ella tenía mucha prisa y se marchó corriendo.
Camino a casa debería sentirme pletórico, pero me sentía apenado y apesadumbrado, y eso que me sentí muy contento de volver a encontrarme contigo... A la primera conclusión que llegué al llegar a casa fue que nunca teniéndote, nunca te podría perder. ¡Que desagradable sensación la del miedo a amar
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Al llegar a tu casa seguro que te has encontrado esta carta en el buzón, –es obvio que si la estás leyendo seguro que te la has encontrado- debe de acompañarla una rosa, perdona si está marchita y no te resulta agradable. Ahora me arrepiento de la tarde que no pasamos juntos, de las hojas secas que no se rompieron bajo nuestros pies, de la noche que nunca nos verá arder y consumirnos... pero no creo que haya marcha atrás en éste momento.
Suenan ahora los últimos acordes de tu blues. Hoy el cielo está despejado; es un bonito día para morir.
Esta carta es un “adiós”, pero también un “gracias”, así que no me odies...
...ya sabes, nunca fui muy agradable...

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