sábado, 21 de abril de 2007

Los enanos del jardín siguen sin moverse

-¿Te has lavado los dientes?

Luisito metió asustado la cabeza bajo la sábana.

-¿Has hecho pis?

El niño empezó a llorar y a moverse de un lado a otro de la cama. No quería abrir los ojos, no quería encontrarse con nada que le quitase para siempre el sueño, pero la verdad es que no había nada.

-¿Has hecho pis? Has bebido mucho líquido... deberías hacer pis.

Luisito gritó como nunca, totalmente desesperado.

-¿Qué te pasa? ¡No seas animal!
-¿Si-siguen los enanos en el jardín?
-Mira, no sé que te pasa hoy con los enanos. No, no se han movido y dudo que se muevan la verdad, son de porcelana. Venga, cierra los ojos y duérmete ya de una santa vez.

Las palabras de una madre siempre son tranquilizadoras, pero Luisito sabía que los enanos estaban en alguna parte de su habitación y supo que no tendría valor para enfrentarse a ellos ni para salir de su cuarto. Sus padres estaban viendo la televisión en la sala de estar y lo devolverían a su cama en cuanto saliese de su habitación.

-No hay enanos. –Se repetía una y otra vez Luisito, debajo de su manta.
-¿Seguro que no? –Le contestó una aguda vocecilla.
-¡No! ¡Estáis en mi cabeza!
-Pues no, no hay enanos. No hay enanos, hay gnomos, porque somos gnomos, ¿te enteras? ¡Estamos hartos de que nos llaméis como os dé la gana!
-Se-señor gnomo, por favor, váyase...
-Estoy mejor aquí contigo, ¿sabes que nos alimentamos de tu miedo no?

El pobre crío, asustado, pensó que el problema se acabaría si encendiese la luz. Asomándose por la puerta del pasillo le preguntó a su madre con la voz quebrada:

-Mamá...¿Puedo dormir con la luz encendida?
-¡ A ver! ¿Qué te pasa ahora?

Sólo se le ocurrió decir una cosa. ¿Qué quieres?, ¡era un crío!

-Tengo miedo a la oscuridad.
-Bueno, enciéndete la lámpara de la mesita de noche si quieres, pero no vayas a levantarte más de la cama que necesitas dormir y mañana te tienes que levantar temprano para ir al colegio.

–A esa feliz hora habrá acabado todo. -Se dijo a sí mismo Luisito, en plan héroe de acción estilo Bruce Willis.

Encendió la triste luz de la lámpara de la mesita y se volvió a acostar por enésima vez. Sonriente y asomando la cabeza por encima de la manta, pensó que ya anda pasaría. Poco le duraría la felicidad cuando volvió a escuchar aquella voz.

-¿Has visto que bonitas sombras proyecta esta poquita luz?

Miró a la lámpara asustado y vio la sombra de un enano en la pared. No había ninguna duda, el enano existía y estaba allí. Volvió la cabeza hacia el lugar de donde debía proceder la sombra, pero no vio nada. Luego volvió a mirar a la pared y la sombra seguía allí. Sentía una gran impotencia. ¿Qué podría hacer un niño en una situación así?

-¿No puedes verme? Jajajajaja.

Luisito gritó, gritó tanto que parecía que se iba a desencajar su mandíbula, que las lágrimas de sus ojos acabarían por expulsar los ojos de sus cuencas, que sus oídos iban a reventar de solamente escucharse. Volvió a abrir los ojos y se encontraba en el jardín, junto a los suyos, en el fresco césped, a la sombra de unas enormes flores de colores y de un bonito árbol frutal en flor. Luisito estaba junto a sus amigos de porcelana mudito, gruñón y cagón, como los llamaba su dueña la señora López Mercera. La verdad, por muy absurda que fuese es que Luisito era un enano de jardín, que acababa de despertar de un bonito sueño en el que podía moverse a su antojo, un sueño para cualquier enano de porcelana.
Amanecía y la señora López Mercera abrió el patio y salió con unos señores de chaqueta.

-Este es el patio trasero. Muy iluminado, con vistas a la costa y con todo lo verde en muy perfecto estado. Un sitio muy agradable y muy tranquilito en el que pasar las noches de verano. Esto era ya lo último. Y bien ¿qué les ha parecido?
-Muy bien, la verdad. ¿Te ha gustado a ti Marcelo, mi niño?
-Me ha encantado, sobre todo el jardín. Muy grande y bonito, y con unos enanos divinos, muy kistch. A mi Agustín les parecen muy simpáticas estas cosas, verdad cariño?
-¡Que bien me conoces Marcelito!

A mucha gente, los enanos de jardín les parecen un tanto siniestro porque hay leyendas que cuentan que son recipientes de espíritus malvados que en otra vida han cometido atrocidades, han vivido al límite y ahora deben de expiar sus pecados encarcelados dentro de la porcelana, para que se puedan sentir impotentes ante todo, esperando a que alguien lo rompa para poder liberarse al fin. Pero Luisito seguro que se sentía angustiado y muy violento, porque odiaba a los gays, y sobre todo a esos gays a los que le parecía tan mono que nunca se atreverán a romperlo ni a tirarlo a la basura y que siempre lo cuidarían.

No hay comentarios: