viernes, 13 de abril de 2007

Tiempo de decir adiós.

Podría revestir mis sentimientos con un bonito adjetivo,
y quizás pudiera vender mi alma a mejor precio.
Hoy en día me siento una persona incapaz de amar,
incapaz de tener ningún sentimiento agradable.

Asco ~ Dolor ~ Resentimiento ~ Dependencia ~ Culpa ~ Celos ~ Miedo ~ Desprecio.

Ni siquiera soy capaz de experimentar una sensación agradable cuando soy amado.
Sólo consigo untar con miel mi vanidad
avivar mi deseo de que la otra persona dependa sólo de mí.

Me sentí pleno cuando lloraste por mí al verme marchar:
me gritaste y suplicaste que no me fuera.
Sin mirar atrás, arranqué aquella flor y te la tiré.
Escuché tus rodillas clavarse en el suelo y la cogiste.
Conociéndote, seguro que la restregaste con deseo por tu rostro,
Impregnándola con tu amor, enjuagándola con tus lágrimas,
Creyendo que así volvería
Y recogería del suelo
Lo que quedaba de tu dignidad...
Espero que no confundas lo que sentí.
Sólo tu dolor me alimenta.

Es duro para mí aparentar amar, pero cuanto más se sufre,
más placentera será la recompensa.
Cada lágrima vertida por ti es para mí un trofeo.

No es cada paso que se aleja de ti lo que me satisface,
si no cada paso mío que puedes ver alejarse de ti.
Como si fueses una perra, tiro de tu correa
hasta que no te quede aire para jadear.

No es cada persona que dejo atrás lo que me satisface,
si no el tiempo que mi recuerdo es capaz de vivir en ella,
torturándola...

Sonríes cuando vuelvo a ti.
Pero sigue siendo mi turno.

Te dejas atar y torturar.
Tu saliva caer por la mordaza.
Tu cuerpo, pálido y lánguido.
Sufriendo.
Sólo te doy lo que quieres.
¿Más?
¿Quieres más?

Tus párpados tiemblan de placer
al sentir la excitante caricia de los flagelos.
Deja tu cuerpo roto bailar para mí.
El recuerdo del sufrimiento impregna
con el hedor de tu sangre la madera.
No creas que me estoy apiadando de ti
cuando dejo de golpearte y te quito la mordaza.
Lamo fogosamente tu saliva en mi mano.
Vaya... no me digas que no te gustó....

Sin dejar de esbozar una sonrisa,
escucho tu respiración entrecortarse.
Sólo las cuerdas te mantienen en pie, húmeda.
Tus piernas tiemblan sin fuerza, empapadas.
Tu frío pecho...

Sé que me miras.
Te levanto la barbilla y mirándote la boca te pregunto:
-“¿Te sigues fiando de mí?”
Asentiste con la cabeza, sin ánimo alguno.
-“Cierra los ojos y abre la boca".
Serás digna de mi castigo...”
Con miedo, pero sin esperar, obedeciste y
Pasando mis dedos por tus secos labios
besé con ternura tu frente.
-“¿Quieres más?

Sonriendo, con los ojos cerrados,
gritaste una palabra, ininteligible,
y llena de placer perdiste el conocimiento.

Abrazado a tus rodillas,
yo también cerré los ojos.

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